Larry Wayne Jones Jr. era de la vieja escuela, un chico que jugó para un solo equipo en las Grandes Ligas y siempre estuvo enfocado en una sola meta: tratar de ser mejor cada día.
La presión era algo inexistente para el hombre apodado Chipper, excepto quizás en 1990 al inicio de su carrera con la organización de los Bravos de Atlanta.
“Tal vez en mi primer año en la pelota de novato hubo algo de presión. Obviamente, no funcioné”, dijo Jones, quien bateó apenas para .229 con un jonrón y 18 impulsadas en 140 turnos en la Liga de la Costa del Golfo, mientras lidiaba con una mano lesionada. “Hubo algún retroceso en el intento para que los Bravos me tomaran”.
Cualquier duda sobre el bateador a ambos perfiles elegido con la primera selección global del draft de 1990 y procedente de Bolles School en Jacksonville, Florida, se desvaneció rápidamente. En la siguiente temporada en la Clase A, Jones bateó para.326, pegó 15 cuadrangulares, impulsó 98 carreras y robó 40 bases. Cuatro años después era un habitual en la alineación de Atlanta a los 23 años y disfrutaba del viaje.
“Para mí, era sólo divertirme y jugar”, dijo Jones, cuyo apodo surgió a temprana edad luego que miembros de la familia lo llamaron un “chip” (astilla), porque era muy parecido a su padre (de tal palo tal astilla).
“Nunca vi un recibo de pago durante mi tiempo en las Grandes Ligas. No me preocupaba cuánto estaba ganando. Mientras caminara a la casa club y viera mi nombre en el tercer hoyo jugando tercera base para los Bravos de Atlanta, eso era todo lo que realmente importaba”.
“Mantuve mi cabeza baja e intenté hacer lo que pude para ayudarnos a ganar y dejar que los números se encargaran de sí mismos”.
Esos números — .303 de promedio de bateo en su carrera, 549 dobles, 468 jonrones, 1.623 impulsadas — le valieron a Jones el más alto honor en el béisbol, la elección al Salón de la Fama en el primer intento. Será exaltado el domingo con Jim Thome, Vladimir Guerrero, Trevor Hoffman, y los excompañeros de los Tigres de Detroit Jack Morris y Alan Trammell. Thome también es una selección de primera boleta, mientras que Morris y Trammell fueron seleccionados por el comité de veteranos en diciembre pasado.
Guerrero fue elegido en su segundo intento, al recibir 92,9% de los votos. El jardinero nueve veces seleccionado al Juego de Estrellas bateó para .318 con 449 cuadrangulares y 1.496 producidas y fue un notable bateador de pelotas malas, una habilidad que adquirió como un niño que creció en República Dominicana practicando un juego similar al cricket.
Aunque jugó la mitad de su carrera con los Expos de Montreal, Guerrero será el primer pelotero en ingresar al Salón vistiendo la gorra de los Angelinos de Los Ángeles, el equipo donde disfrutó de su mayor éxito. Ayudó a que los Angelinos llegaran cinco veces a la postemporada en seis campañas, alcanzado los mejores números de su carrera en hits, (206), carreras (124) e impulsadas (126) en 2004, cuando ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana.
Entre aquellos que acompañarán a Guerrero el domingo estará su hijo, Vladimir Jr., considerado el mejor prospecto en las ligas menores. Guerrero dará la mayor parte de su discurso en español con Mota como intérprete ante una multitud de unos 50,000 espectadores.
“Será en español y que sea el más sencillo posible”, dijo Guerrero. “Tengo 10 minutos para hacerlo. Será tiempo para dar gracias a toda la gente que ha sido importante en mi vida y en mi carrera”.
La generación de este año iguala a la alineación más grande de peloteros en vida que han sido inmortalizados desde 1955, cuando Joe DiMaggio, Gabby Hartnett, Ted Lyons, Dazzy Vance, Home Run Baker y Ray Schalk llegaron al recinto. Eso significa que los nuevos miembros no tendrán mucho margen en la duración de sus discursos.