Fortalezas asediadas por los hinchas más curiosos y los medios de prensa, en busca de imágenes y fotos exclusivas, la mayoría de las concentraciones de las 32 selecciones del Mundial-2018 se parece a “búnkers” ultraseguros y alejados de las ciudades-sede donde se preparan en calma las tácticas y estrategias de los partidos a escondidas de los eventuales espías rivales.
Los casos de los “favoritos” son elocuentes, como Argentina, que vive recluida en un centro de entrenamiento en Bronnitsy, a 60 kilómetros al sureste de Moscú. Lionel Messi y compañía no salen del recinto ni siquiera para echar un vistazo a la pequeña ciudad la víspera de un partido. El único momento en que pueden abandonar su fortaleza es cuando se desplazan para las ruedas de prensa o los viajes de cara a un partido. El equipo ni siquiera hace el reconocimiento de campo previo a sus encuentros.
Según fuentes cercanas a la Albiceleste, los jugadores jamás han dado una vuelta por Bronnitsy ni han salido para observar el fresco gigante consagrado a Lionel Messi que ocupa toda una pared lateral de un edificio cercano a su concentración.
España en Krasnodar, Uruguay en Nizhny Nóvgorod, Colombia en Kazán, o México y Francia en Moscú, todos han actuado de la misma manera, con una concentración inaccesible a las miradas ajenas.
Muros de 4 metros
El campeón mundial Alemania también prefirió aislarse del mundo exterior. Su búnker está ubicado en Vatutinki, a una hora de ruta de Moscú, y jamás se han cruzado con un hincha.
Los tres grandes edificios del complejo en el que viven están rodeado de muros de hormigón de cuatro metros de altura. Y después del entrenamiento a puertas abiertas que estaban obligados a hacer tras su llegada a suelo ruso, todas las sesiones de práctica han sido a puertas cerradas, con apenas 15 minutos obligatorios para permitirle a la prensa hacer fotos y tomar imágenes del calentamiento.
Los periodistas son admitidos en el ‘fuerte’, pero tienen un lugar asignado, completamente aislado de los jugadores, donde no pueden tener ningún tipo de contacto espontáneo con los mundialistas.
El equipo está aislado “para garantizar la tranquilidad, y la comunicación está completamente controlada por el cuerpo técnico, que decide qué jugadores habla ante la prensa y en qué momento”.
En el caso de Brasil, que se encuentra en Sochi, el staff de Tite se ha mostrado algo más relajado, aceptando la visita de los familiares, alojados en un hotel vecino, y con el recaudo de tener una salón especial para recibir a los niños. “Todo fue muy bien pensado”, se felicita su capitán Marcelo. “Estamos muy felices por estar muy cerca de la familia”, aclara.
En el hotel Sheraton Sheremetievo, donde puso sus valijas Perú, a unos dos kilómetros del aeropuerto de Moscú, hasta los aficionados pueden darse una vuelta para alentar a sus hombres.
Por el hall del establecimiento se pueden ver a hinchas, periodistas, jugadores y al Tigre Gareca mezclados, sin dramas y gran armonía.
“Desde que (Ricardo) Gareca llegó al frente del equipo nacional, ha facilitado la aproximación de los hinchas. Nos permite estar cerca, incluso durante los entrenamientos. Poder tomar una cerveza en su hotel con ellos cerca es una forma de agradecimiento a los que vinieron desde muy lejos a verlos”, comenta Giancarlo Raez, un aficionado peruano llegado desde Miami.
Edison Flores y Renato Tapia, dos titulares indiscutidos, pueden por ejemplo salir al balcón de sus habitaciones y saludar a los fanáticos.
“Hay que ganar contra Francia”, les gritan. “Gracias”, les responden con cortesía los futbolistas, mostrando una clima distendido, que se ve en las conferencias de prensa que casi siempre arrancan con bromas y sonrisas.