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En Sarajevo siguen creyendo en la buena estrella del ‘Diamante’ Dzeko

por Tayrona Sports

La buena estrella de Edin Dzeko no le abandonó bajo las bombas y sus amigos de Sarajevo, donde se le conoce como el ‘Diamante’, creen que volverá a tener la suerte de su lado el miércoles ante el Liverpool para enviar a la Roma a la final de la Champions.

“En esta ciudad, no sabías si volverías a ver a tu mejor amigo al día siguiente, si abrazarías a tu padre o a tu madre, si abrirías los ojos o si saldrías a jugar con sus amigos”, escribió el jugador en su página de Facebook tras marcar en el Camp Nou en cuartos de final.

“Tuve suerte y sobreviví cuando muchos de mis amigos resultaron heridos o ya no están con nosotros. A ellos les dedico mi gol contra el Barcelona, en Liga de Campeones. Estoy orgulloso de haber nacido en Sarajevo y en Bosnia y de haber crecido allí”.

Los padres de Dzeko siguen viviendo en Sarajevo, donde el futbolista nació el 17 de marzo de 1986. Cuando comenzó la guerra, Dzeko acababa de cumplir seis años.

– ‘La guerra no significaba nada’ –

Las bombas llovían, a veces sobre los colegios; los francotiradores serbios no perdonaban a nadie. De los 11.000 muertos en cuatro años de conflicto, entre 1.500 y 1.600 fueron niños. A ellos se ha dedicado un museo y sus nombres están grabados en un parque como recuerdo.

“Cuando salía a jugar a fútbol” en el barrio de Otoka “tenía mucho miedo”, recordaba en 2010 la madre del futbolista Belma. “Yo no le prohibía salir a jugar, pese a que era una locura (…) Jugaba todo el tiempo. La guerra no significaba nada para él”.

Pero un día Belma se negó. “Lloraba y a mí me dolía”. “Un obús había caído exactamente en el lugar en el que Edin tenía la costumbre de jugar junto con otros niños. Hubo dos muertos y heridos”, justificó.

Así que poco importa la derrota 5-2 en Anfield. Los compatriotas de Dzeko, al que llaman el ‘Dijamant’ (el diamante) creen en un nuevo milagro en el Estadio Olímpico, después del que supuso el pase a semifinales al ganar 3-0 al Barcelona tras haber perdido 4-1 en el Camp Nou.

En esa remontada, Dzeko abrió el marcador nada más iniciarse el partido y provoco el penal que acercaba a la Roma a las semifinales.

“Edin siempre estaba allá cuando más le necesitábamos”, declaró a la AFP su amigo Jasmin Ligata, de 32 años. “En cierta manera está predestinado para los grandes momentos”.

Ligata los justifica con datos: un gol en el descuento contra el Queens Park Rangers en la victoria (3-2) del Mánchester City (2012), sinónimo de un primer título en Inglaterra para el club desde 1968, llevó la firma del gigante bosnio (1,93 m), que también contribuyó al único título de Bundesliga de la historia del Wolfsburgo con sus 26 goles (en 2009).

Su talento se pulió en uno de los dos grandes clubes de Sarajevo, el Zeljeznicar, cuyos hinchas defienden la concordia multicultural en un país profundamente dividido.

– ‘El mismo hombre’ –

“La gente le quiere porque ha demostrado que es posible tener éxito procediendo de un país como éste, porque siempre ha estado aquí con el corazón y su alma”, dice su amigo Ligata, asesor para la prensa de deportistas bosnios. “Sabe como vive la gente aquí”.

En el estadio del ‘Zeljo’, la firma de Dzeko está pintada en una pared, una placa con su nombre está fijada en un sillón. Dos signos de gratitud por sus donaciones para la renovación de un estadio que, durante la guerra, estuvo en la primera línea del frente.

“No ha cambiado. El único cambio es que actualmente, él puede ayudar a la gente”, dice otro amigo, Mirza Trbonja, de 32 años, empleado en la Federación Bosnia, que recuerda el día en el que, en 2005, le condujo al aeropuerto donde debía tomar el avión para unirse a su primer equipo en el extranjero, el club checo del Teplice: “Era el mismo hombre que hoy”.

Su primer entrenador en el ‘Zeljo’, Jusuf Sehovic, recuerda a un niño “interesado únicamente por dirigirse hacia el arco” contrario, “que no se cansaba de pedir la pelota”, animado por la “voluntad de trabajar y la ambición de triunfar”.

“Cuando viene por Sarajevo, avisa y vamos a tomar un café”, dice el septuagenario.

“Cuando viene, hace falta un lazo para atraparle diez minutos”, añade Trbonja: “Le piden fotos, autógrafos (…) nunca dice no”.

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